miércoles, 15 de agosto de 2012



Sueño. E imagino. Imagino un tú y un yo tumbados sobre el césped. El cielo está oscuro, pues todavía no ha amanecido. Imagino unas montañas tras las que se esconde el sol, y por las que se asoma unas horas de amistad después. Yo te quiero, y tú me quieres, pero somos cobardes. Y es el sol quien nos da fuerza, y confesamos nuestro amor. Y te amanezco mientras el sol comienza a iluminar nuestro nido, nuestro pequeño nido. Yo te protejo, y tú me proteges, y no existe nada ni nadie que pueda separarnos. Y te amanezco una y otra vez, de noche y de día, sin miedo. Porque el sol nos ha dado esa fuerza, esa valentía, ese soplo de seguridad que faltaba en nuestros corazones y en nuestros labios. Y no existe nada ni nadie que pueda cambiarlo.
(ni siquiera la noche lo conseguirá)

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