Sueño. E
imagino. Imagino un tú y un yo tumbados sobre el césped. El cielo está oscuro,
pues todavía no ha amanecido. Imagino unas montañas tras las que se esconde el
sol, y por las que se asoma unas horas de amistad después. Yo te quiero, y tú me
quieres, pero somos cobardes. Y es el sol quien nos da fuerza, y confesamos
nuestro amor. Y te amanezco mientras el sol comienza a iluminar nuestro nido,
nuestro pequeño nido. Yo te protejo, y tú me proteges, y no existe nada ni
nadie que pueda separarnos. Y te amanezco una y otra vez, de noche y de día,
sin miedo. Porque el sol nos ha dado esa fuerza, esa valentía, ese soplo de
seguridad que faltaba en nuestros corazones y en nuestros labios. Y no existe
nada ni nadie que pueda cambiarlo.
(ni
siquiera la noche lo conseguirá)