martes, 14 de diciembre de 2010

Esa mañana de domingo había vuelto a la casa abandonada. Cambiaron muchas cosas desde la última vez, cerca de agosto. El “bosque del norte” había desaparecido por completo, y el camino que lleva a las rocas había mejorado notablemente. Por lo demás...

***

Cada vez resultaba más complicado ascender con unas ruedas tan desgastadas. Hace unas horas estaba lloviendo, por lo que las rocas estaban completamente mojadas. Tras una curva muy cerrada a la derecha, pude observar mi “pequeño” tesoro. Una casa abandonada a los pies del Atlántico, entre las rocas del mar y del monte.

***

Llegué a mi casa, dejé la bici en el garaje y subí a mi cuarto.

Entré en mi habitación con la toalla puesta dejando una hilera de gotas de agua por el pasillo. Me senté en un borde de la cama y cogí la cámara para ver las fotos que había sacado: una flor silvestre, una ola rompiendo contra una roca, un cielo gris con nubes blancas, la casa,...
Me paré en la foto del chalé a medio construir y me fijé en una de las ventanas. Había algo extraño... Intenté ampliar la imagen del alféizar de una de las ventanas del tercer piso, pero se veía demasiado borrosa. Aún así, se distinguía una silueta... Era como un muñeco... un muñeco de trapo de color rojo...

No hay comentarios: