lunes, 15 de noviembre de 2010

Veinte de noviembre

Aquel veinte de noviembre cumplía dieciséis años. Mis padres se habían ido una semana de vacaciones, y era sábado, por lo que no había colegio. Por la tarde habíamos ido al cine, y después de cenar unas pizzas, nos fuimos los cuatro a mi habitación. Estuvimos jugando a las cartas y hablando hasta las cuatro y media de la mañana. Unos treinta minutos después de apagar las luces, se empezaron a escuchar susurros.
Sujeté por los hombros a Dani, el chico con el que había compartido los momentos más intensos y felices de mi vida.
-Eh... ¿Lo has oído? –susurré.
-Serán Vic y Lau. Ya me entiendes, la tontería de los enamorados –sonrió y jugó con mi pelo.
-Ams...
-No te preocupes, boba. Anda, ven aquí –levantó la manta y me arrimé a él- ¡Estás helada!
-Sí, pero ya no lo voy a estar... –sonreí y me cogió la mano.

La radio-despertador marcaba las 6.25 con una lucecita intermitente. Noté la respiración cercana e irregular de Dani. Me acarició la cara y me preguntó:
-¿No puedes dormir?
-No...
-Yo tampoco. Vámonos –apartó la manta e hizo ademán de levantarse.
-¿Estás loco? ¿A dónde?
-No sé. Vamos afuera.

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