sábado, 23 de abril de 2011

Tras un agotador día de trabajo, la señora Caterine Anderson entra en el edificio “El Muro” de la calle Puerto Rico. En ese mismo instante y siete pisos más arriba, su marido, William McNeil, saca del microondas una buena ración de carne asada sobrante del mediodía.
Caterine, como siempre, revisa el buzón y se encuentra con un paquetito envuelto en papel de regalo turquesa. En lo que parece ser el lado superior hay una nota escrita con letra cuidadosa: Para Elsbeth. Caterine se queda embobada mirando el diminuto paquete que ahora está en la palma de su mano.
Un ruido del exterior hace que se sobresalte y vuelva al Planeta Tierra. Sube las escaleras preguntándose quién habrá dejado el pequeño regalo en su buzón.
Ascensor. Botón. Puertas. Ligero zumbido. Puertas. 7º B.
Sus dos hijos pequeños se acercan a recibirla.
– Nora, dile a tu hermana que venga inmediatamente. –Ordena Caterine a su hija.
Nora sale disparada al pasillo, directa a la habitación de su hermana. Nora se encuentra con la puerta entreabierta, por lo que decide llamar para evitarse la bronca de su hermana.
Toc, toc.
– ¿Qué quieres?
– Mami dice que vayas.
– Voy.
Elsbeth deja la novela que estaba leyendo sobre la cama y se calza las zapatillas de casa. Camina desganada hacia la cocina, donde supone que está su madre. Le sonríe y le da un beso.
– ¿Qué tal en el trabajo, mami?
– Bien... Toma, estaba en el buzón. –Caterine le entrega el paquetito a su hija.
Elsbeth se lleva el regalo a su habitación. Se acomoda sobre la alfombra y rasga con cuidado el papel turquesa.
Es una cajita... como la de las joyerías. La abre y dentro se encuentra...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Diooooos, que intrigante! Va a haber segunda parte? Dime que si!

Iria Cadilla Martínez dijo...

¡Muchas gracias! Sí, habrá segunda parte, y estoy segura de que estará aquí a finales de esta semana. (: