sábado, 19 de marzo de 2011

Para todos

Hoy, aunque casi sea un día como otro cualquiera, debéis agradecerle a vuestros padres que han estado allí, esperándoos en el hospital, mientras vosotros vivíais las primeras milésimas de segundo en este planeta. Debéis agradecerle todos esos enfados porque, como ya veréis en un futuro no tan lejano, os servirán de algo. Debéis agradecerle esas veces que se han quedado los 90 minutos del partido viéndoos jugar. Debéis agradecerle que os lleven a tantos lugares, que vayan con vosotros de compras (aunque lo detesten), que hayan ido a recogeros al instituto cuando llovía. Ese plato de comida cada día, esa habitación en la que duermes. Esa vida. Tu vida.
No puedo poner más ejemplos de las cosas que han hecho nuestros padres por nosotros porque, desgraciadamente, no conozco a todos.
No sólo os tenéis que acordar de ellos hoy porque “sea un día especial”.
No, todos, todos los días son buenos para agradecerles la existencia.
Y yo, que te conozco bien, lo he hecho de esta forma.



Te agradezco la Luna y más.

domingo, 13 de marzo de 2011

Cada mañana, a las nueve y media, se producía un hecho rutinario: su imaginación echaba a volar, escapándose del frío cielo de León. Pasaba las horas de clase girando su anillo de estaño en el anular derecho. Escuchaba sin demasiada atención a los profesores y nunca, nunca estudiaba. Los viernes por la tarde caminaba hasta su casa, cerca de la plaza de los cerezos. Los fines de semana estaba con su padre, un hombre mayor que trabajaba en la biblioteca municipal.

Vivía de la imaginación, de la fantasía, de los sueños, como todos. Su vida se basaba en leer, escribir y pasear. Odiaba su internado, y siempre decía que era una cárcel de niños. Le gustaban las novelas de misterio, los relatos de amor y la poesía, por este orden.
Era una joven sencilla, humilde y amable con todos, incluso con Clara, la persona más odiable del universo conocido. Adoraba la naturaleza; pasaba tardes de primavera viendo como los petirrojos picoteaban las migas del suelo, o acariciando cada pétalo que el viento arrancaba a los cerezos.
Había leído todos los libros de la biblioteca. Sólo su padre, la anciana Rosilda y ella habían conseguido hacerlo. Tenía alguno favorito, uno de ésos que lo lees hasta que las páginas se convierten en polvo.
Su sueño era vivir en una casita desde donde se oyera el mar, para intentar alcanzar el horizonte al asomarse a la ventana.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Querido Grisam:
aquí estoy, mirando por la ventana, esperándote. Algo me dice que volverás, que estarás aquí otra vez para correr por el jardín, para jugar con Naiman, para mancharme la nariz de nata, para coger las arañas que se crucen en mi camino y llevarlas al jardín, para buscar los caramelos que Vai y yo te escondemos, para regalarme las flores más bonitas, para despeinarme y para tirarnos juntos al lago desde el muelle.
Te quiero, Grim, y sé que volverás.